martes, 19 de abril de 2016

(3) Montepulciano y las termas del valle de Orcia

Nos levantamos con idea de ir a la patria del vino nobile, Montepulciano. Una de las ventajas de estar en una casa particular es que nos organizamos el desayuno a nuestra bola.


A nuestro gusto y con comodidad. Fue toda la semana un rato agradable en el que no nos privamos de casi nada: zumo de naranja sanguina, fruta, tostadas con tomate (y sabor a tomate)...


De inmediato salimos para Montepulciano, un pueblo de cierta importancia construido sobre una colina. Por tanto, hubo que andar y subir una larga cuestecita (venimos de Vigo, ciudad empinada donde las haya, no olvidarlo) hasta llegar a la Piazza Grande, el corazón de esta villa. Los coches no pueden pasar, aunque alguno vimos, supusimos que de residentes.


Fue un paseo muy agradable, y como en casi todos los sitios de la Toscana que estuvimos, una marcha atrás en el tiempo por ciudades magníficamente conservadas en las que es imposible encontrar edificios que desentonen. Y detallitos enternecedores como estos tiestos.



Lo dicho, siempre cuesta arriba, caserones con historia, pena que no la tengan expuesta por escrito en sus fachadas, sería un folletín de lo más interesante, aunque no llegaríamos nunca arriba, y en los laterales callejones (vicolos en italiano), algunos casi imposibles de tan estrechos, curvados y difíciles.


En una confluencia de caminos el grupo se disgregó. Había dos alternativas (frente a Mariajo y a su espalda) y, claro, no coincidimos.


Los más saltarines (eh, Alfonso) optaron por el trayecto más largo. Después recorrimos una bodega. 



Vimos las barricas del vino nobile (tinto, 70 % de la variedad sangiovese y el resto de otras) y estuvimos a punto de participar en un cata, pero al final los encargados no se enrollaron bien y nos marchamos.


Finalmente, llegamos todos a la Piazza Grande que es muy señorial, con la fuente de los leones (1520) en una esquina.


En la fachada de la casa comunal, el ayuntamiento, repusimos fuerzas y nos reagrupamos.


En uno de los laterales está el Duomo, enorme iglesia inacabada de los siglos XVI y XVII, que ha sufrido reformas. De aspecto monacal que nada tiene que ver con el de Siena, por poner un ejemplo.


El edificio del ayuntamiento, con fachada gótica, que data de 1440, tiene una torre con vista sobre el valle.


Comose puede observar en la imagen inferior, es una muestra de elegancia, orden y belleza. Y así todo el día.


De bajada recalamos en el café Poliziano, que es de 1868, o sea, dos años antes de que Italia se configurara como entidad nacional. Una maravilla. 

 
Tomamos un aperitivo, vinos y demás, con el añadido de que por sus ventanas se divisaba el valle.


Antes de marchar hicimos un pequeño acopio de vino y fiambre, esto último también muy reconocido en la zona, principalmente su salchichón, que hay de varias clases.



Tras atravesar los impecables campos del valle de Orcia, la siguiente parada correspondió a Bagno Vignoni, un pueblecito minúsculo que tiene como característica principal que le ha dado fama el estanque-piscina, una alberca más bien, que luce en su plaza central. Y tanto la luce que prácticamente la ocupa en su totalidad.


Son aguas termales sulfurosas manan del fondo, pero no está permitido el baño. Es algo poco frecuente, llamativo.


Dimos unas vueltas mientras esperábamos para comer. El sitio es curisoso, aunque nada que ver con las otras ciudades y pueblos que llevábamos vistos. Aquí el detalle es el piscinón termal.


No obstante, hay varias termas utilizables en los alrededores, incluida una en un hotel de lujo. 





Recalamos en la ostería Porcellum, uno de los varios restaurantes que hay en las inmediaciones de la plaza. Comimos bien y el servicio agradable y eficaz. Además de dar comidas es tienda delicatesen.


Y de nuevo a la carretera, a disfrutar de un paisaje bucólico nada cansino. Todo lo contrario, destinado a elevar el espíritu.



Buscamos las termas de San Philippo, naturales, abiertas al público como si te bañas en un río. A esta curiosa formación calcárea la llaman el "foso bianco".


Llevaban poca agua y se han formado pozas para posibilitar un bañito. 



Los/as entusiastas disfrutaron.



Según las crónicas, el aguas de esta pozas, azufrada, tiene efectos curativos para algunas dolencias y alcanza los 48 º en invierno.



Para concluir la jornada en la misma línea nos encaminamos a Pienza, un pueblo menos conocido pero que es patrimonio de la humanidad desde 1996 y desde 2004 todo el valle de Orcia en el que se encuentra (también Bagno Vignoni).



En Pienza dimos un paseo, recorrimos su calle principal y contemplamos el Duomo y alguno de sus palacios por el exterior.


Llevábamos todo el día de marcha, intentando no abrumarnos con tanta historia y paisaje, pero no era fácil.


¿O sí?



Como todos los días volvimos a casa y preparamos una cena(más o menos) ligera, antes de nuestra consabida partida al chinchimonis.

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